La relación terapéutica: una reflexión

¿Cuántas veces habremos escuchado: “no necesito ir a un profesional de la psicología, porque tengo amigos con los que hablar y que pueden aconsejarme”?

En fin… si los problemas personales que tienes los puedes solucionar con apoyo y consejos de amigos/as, está claro que no necesitabas a un/a profesional de la psicología. Simplemente necesitabas eso: apoyo y consejos. Pero una psicoterapia no es eso, aunque sea importante que te sientas apoyado/a por tu psicoterapeuta y aunque te pueda dar algún consejo puntualmente. El vínculo terapéutico es mucho más que eso.

Para empezar, un/a profesional de la psicología ha pasado una serie de años formándose, adquiriendo conocimientos sobre cómo funciona la psique humana, formación que debe y suele durar toda la vida. Esta preparación incluye, o debe incluir, además, el conocer lo suficientemente la propia psique como para ofrecer al paciente/cliente la ayuda más adecuada en cada caso y no mezclar esta elección con las necesidades propias. También incluye desarrollar la suficiente empatía para que la persona a su cuidado se sienta comprendida y en confianza, pero a la vez con cierto grado de distancia emocional para no perder la perspectiva y objetividad. Este es, ciertamente, un delicado equilibrio y una gran responsabilidad.

Por ello, el vínculo terapéutico no es como el de una relación amistosa, aunque los amigos/as muchas veces nos ayuden en situaciones delicadas. Pero cuando hay problemas internos a los que no sabemos enfrentarnos, el amigo o la amiga, por un lado, puede implicarse en exceso, lo que no le permite esa distancia necesaria para poder ayudar; y por otro lado, normalmente no tiene una serie de conocimientos que le ayuden a interpretar correctamente lo que está pasando en el interior de la persona y cuál puede ser la salida. Guiar en ese proceso no es un asunto de consejos.